«SI algo puede salir mal, saldrá mal», Ley de Murphy

No suelo escribir sobre temas sociales, pero a estas alturas, son los temas sociales los que más nos impactan. Como ciudadano no puedo sustraerme de la buena o mala gestión de la situación sanitaria actual y que una gran cantidad de gestiones caigan en la categoría de malas es, por demás, preocupante.

Ciertamente, una pandemia como la actual es una situación que la humanidad ha vivido en épocas pasadas, pero no con la suficiente frecuencia, afortunadamente, como para tener recetas a medida para enmendar las cosas. Decir que en este momento todo es improvisación es más una descripción de lo que realmente puede ser que una crítica.

Es mi opinión que, para tomar decisiones adecuadas, entre muchas otras cosas desde luego, una de las variables a considerar

es la descripción adecuada del monstruo a enfrentar. Y el primer error es llamarlo emergencia sanitaria, pandemia, o incluso por su nombre coronavirus. Porque no se trata de una enfermedad sino de un apagón de las cadenas productivas y de generación de riqueza de proporciones cósmicas. La enfermedad o el virus es la causa y hay que tratarla, pero el problema es la situación completa. Cuando solo nos enfocamos a la solución de la causa aparente tomamos decisiones cuyas consecuencias pueden ser, y serán, mucho peores.

Y es en estos momentos cuando la ley Dunning-Kruger que dice que las personas incompetentes son tan incompetentes que se consideran competentes al ser incapaces de entender su incompetencia, nos sirve para explicar las descaradamente malas decisiones que muchos dirigentes están tomando en estos momentos de auténtica crisis.

Casos concretos como los de España, México, Nicaragua, Ecuador, Brasil y varios más, demuestran que la incompetencia campa por sus fueros de maneras escandalosas, lo que en estos momentos provoca muertes reales, no como las de las películas.

El punto es que la situación que se está viviendo en un número no menor de países es mucho peor de la que debiera de ser, con la salvedad de que no habrá, seguramente, a quién cargarle culpas, ya no digamos responsabilidades.

La disciplina sistémica, desarrollada por Ludwig von Bertalanfy en 1940 (más conocida en su época como Teoría General de Sistemas) es especialmente importante para el tipo de decisiones que se tienen que tomar en circunstancias como las actuales que, de nuevo, no son tan extraordinarias como los políticos actuales no quieren hacer ver.

Para entender por qué el pensamiento sistémico es importante en este tipo de problemas solo tenemos que darnos cuenta de que en estas situaciones las causas y los efectos no están próximas ni en el espacio ni en el tiempo. Un golpe y un chichón están próximos en el espacio y en el tiempo dado que el golpe fue ahora y aquí y el chichón es ahora y en el mismo lugar del golpe. Si me diese un golpe en la rodilla ahora y me saliese un chichón en la frente en dos semanas, aun estuviesen relacionados sería imposible para cualquiera darse cuenta de la relación, y lo mismo pasa con una epidemia y sus consecuencias.

Un análisis bajo el paraguas de la disciplina sistémica nos puede dar luz acerca de cosas que se han hecho y se siguen haciendo muy mal y, al mismo tiempo, ayudarnos a entender otros aspectos personales de nuestra vida en los que aprendamos a no cometer este mismo tipo de errores. Adicionalmente a usar la disciplina sistémica como referencia, me he dado el tiempo para investigar con más detalle la información disponible, pero no necesariamente compartida socialmente, para analizar el cómo estamos reaccionando ante este reto mayúsculo.

Existen al menos 6 aspectos que la disciplina sistémica considera y que enumero a continuación. Aunque los nombres puedan parecer algo sofisticados, en realidad son conceptos bastante sencillos de entender así que no se deje llevar por el término y sumérjase en su significado.

  1. Objetivo. Una mala definición del objetivo, que se desprende en muchas ocasiones del aspecto que ya mencioné en cuanto a una descripción del problema inadecuada pero no únicamente, determina las estrategias o metodologías necesarias para la solución fundamental. A mala definición del objetivo, peores estrategias de solución.

Por ejemplo, en España y México, países que conozco íntimamente, los gobiernos a cargo han privilegiado su ideología sobre la efectividad de sus medidas tomadas o por tomar. Basados en mantener a toda costa una imagen personal y no perder votos ni prestigio, el EGO en su máxima expresión, han caído en mentir sistemáticamente, falsear información, en ocasiones hacer el ridículo y, lo peor, tomar decisiones que ni siquiera resuelven el problema en sus síntomas.

A lo largo de la pandemia estos gobiernos han estado persiguiendo una historia de negación de responsabilidad o culpa, una serie de visiones de realidad paralela y esquizoide que ha hecho dudar a gran parte de la sociedad de si sus presidentes gozan de plenitud en sus facultades mentales. Han buscado también sistemáticamente culpar a cualquier otro ente externo de las consecuencias de sus malas decisiones. Es decir, el objetivo no es resolver el problema sino quedar bien y cuanto más se alejan del objetivo necesario peor quedan y más gente muere.

Es tan grave el dominio de la ideología sobre la competencia, aptitud o eficacia que, con enorme frecuencia, en estos gobiernos son nombradas a cargo personas de evidente insuficiencia ya sea intelectual o académica.

  1. Evitar caer en un sistema de retroalimentación o compensación. Cuanto más se estropea la situación más se depende de la ayuda gubernamental para poder salir adelante y cuanto más se depende de la ayuda gubernamental más se estropea la situación. Un círculo vicioso del cual es complicado, muy complicado, salirse una vez que se entra.

Por otro lado, si se dan ayudas que compensan el problema, pero no lo resuelven, como está pasando por ejemplo y de manera descarada en México estamos entrando en un Sistema Compensatorio, es decir, nos permiten vivir con el asunto pero no lo resuelven. Esas ayudas pueden eliminar temporalmente el síntoma, de la misma forma que una aspirina elimina el dolor de cabeza y no cura, pero no resuelven fundamentalmente nada. Lo que nos lleva al siguiente principio del pensamiento sistémico.

  1. Las soluciones de hoy son los problemas de mañana. Aunque la frase expresada por Peter Senge en su libro La 5ª Disciplina es “Los problemas de hoy son las soluciones de ayer”, si la extendemos en el tiempo nos dice exactamente lo mismo que la frase con la que empiezo este segundo punto.

En este momento la solución más fácil es la solución que los países incompetentes están tomando y, de manera inequívoca dado que el objetivo que persiguen (más votos en las siguientes elecciones) es inadecuado y que estamos entrando en sistemas de retroalimentación de los que difícilmente podremos salir, con seguridad estas soluciones fáciles nos llevarán a problemas de futuro mucho más retadores, traumáticos y de mayor dificultad de solución. Si nuestros gobernantes actuales no pudieron con los problemas actuales, es evidente que con problemas mayores el resultado será más nefasto todavía. Y sí, todo siempre se puede poner peor por muy malo que ya parezca.

  1. El camino fácil normalmente es el más largo y lleva al mismo lugar del que partimos. Cuando nos enfrentamos con una situación complicada y sorpresivamente difícil la tentación es tratar de solucionarlo de la forma más fácil posible. Pero ese camino fácil y rápido normalmente no representa una solución fundamental, solo un alivio temporal.

Cuando nos confundimos y pensamos que el alivio es la cura, nos olvidamos entonces de encontrar una solución fundamental. Seguiremos aplicando la solución fácil y sintomática una y otra vez hasta que las consecuencias de no haber solucionado fundamentalmente el problema van a ser tan graves que ya caigan en la categoría de lo irresoluble.

  1. Se pueden alcanzar dos metas aparentemente contradictorias. Contener la infección del virus y mantener la actividad económica parecen dos metas contradictorias o excluyentes entre sí. Pero no lo son necesariamente, más que para los ineptos que gobiernan a los países de peores resultados en la pandemia. ¿Y si se pudiese conseguir ambos objetivos al mismo tiempo? Solamente quienes no se plantean el objetivo correcto no encontrarán la solución a la pregunta o problema planteado.

Otro ejemplo. ¿Se puede ser político y honesto al mismo tiempo? Antes de contestar con un rotundo “no” de inicio, tenemos que reconocer que posible es. Es poco probable, pero es posible.

  1. La cura puede ser peor que la enfermedad. Reproduzco aquí la respuesta de un enfermero publicada en el diario ABC español, cada vez más común, tanto en España como en los países del mundo que mejor han controlado la pandemia.

“En primer lugar, el virus se transmite por vía aérea, de persona a persona, al hablar, toser. Por tanto, la primera medida para evitar contagios es el uso generalizado de mascarillas por parte de toda la población. De esta forma, se evita la transmisión y el contagio de otros.

El virus puede permanecer en algunas superficies, incluso durante algunas horas, pero si todas las personas usan mascarilla el virus no cae en ningún lado. El lavado de manos y la desinfección de superficies es útil, pero con el uso generalizado de mascarillas no es necesario.

La segunda medida de prevención es la detección de personas infectadas y su aislamiento para evitar que contagien a otras personas. ¿Cómo se hace? Con tests masivos a la población y cuarentena de los infectados, hasta que ya no contagien. Cuarentena solo de los infectados por la Covid-19, no de toda la población como ocurre ahora.«

Y termina el reportero que menciona la carta del sanitario:

«¡No hace falta más! Y si no hay mascarillas, ni tests para todos, es porque este Gobierno es inútil e ineficaz, porque tiempo ha tenido de conseguir ambas cosas. Quien cuente otra cosa estará mintiendo, desde el punto de vista científico. Los asesores de los ministerios mienten, día a día, porque son asesores «políticos», no científicos.«

«El confinamiento de la población nos llevará a la ruina económica del país, y no solucionará la epidemia de coronavirus, tiempo al tiempo… porque, como decía José María García, «el tiempo es el único juez insobornable, que da y quita razones…»

En resumen, las personas están hartas de un confinamiento que parece ser una solución fácil a un problema complejo. Es probable que el daño económico causado sea atribuible más a decisiones erróneas que al dichoso coronavirus. Solo ciudadanos libres e informados pueden y deben tomar decisiones por sí mismos.

Aun sin que se trate de algo intencional, que en algunos países lo parece sin lugar a duda, implantar miedo a las poblaciones tiene un valor incalculable para los gobiernos de tintes autoritarios, y otros más aparentemente democráticos pero con los mismos tintes. La prensa, los medios y los gobiernos encuentran beneficios inconfesables en mantener climas de miedo o pánico en la población en general.

Pero un análisis más frío nos dirá que según cálculos avanzados de los mejores epidemiólogos del mundo, es imposible matemáticamente que una epidemia acabe con la humanidad. Jamás hemos tenido tantos recursos científicos y tecnológicos como los que existen ahora y que gracias a Internet pueden llegar de un país a otro en cuestión de segundos. Vamos, que estamos más preparados que nunca para superar esta situación tanto sanitaria como económica y mejor que nunca. Quizás sea hora de mantenernos en calma y control y mandar a Murphy a freír morcillas.