La importancia de la Inteligencia Emocional

Cierto día, un rico ateniense encargó a Sócrates la educación de su hijo. El filósofo le pidió por aquel trabajo quinientos dracmas, pero al hombre le pareció un precio excesivo.

– «Por ese dinero puedo comprarme un asno.», reclamó el rico.

– «Tiene razón. Le aconsejo que lo compre y así tendrá dos.», contestó Sócrates

Puedes pensar que la respuesta de Sócrates, además de mostrar su portentoso intelecto, fue cruel, insensible e hiriente con la criatura del rico ateniense. Hoy en día es probable que Sócrates enfrentase alguna demanda por injurias, incorrección política o por simplemente atacar a un colectivo vulnerable, el de los asnos.

Sócrates era un genio que con su genialidad transformó la manera en que piensa y se comporta la sociedad occidental y probablemente la del mundo entero. No solamente lo veneramos hoy como nuestro antepasado cultural y filosófico, también gozó de culto en la antigua Grecia.

El problema es que el culto y sumisión que como sociedad moderna le seguimos rindiendo a los genios es, como trataré de demostrar, nuestro mayor problema.

No solamente hemos pervertido el nombre de “democracia” haciendo un uso de este en la actualidad que se parece más a una caricatura que a un retrato fiel de lo que practicaban los griegos. Cualquiera con un poco de investigación descubriría atónito que estamos tan lejos de la democracia como los griegos estaban de la luna en su mejor época.

Salvo en política, donde lo que domina es la mediocridad y la manipulación, en todos los demás campos o áreas de la sociedad contemporánea estamos liderados, que no dirigidos, por genios, intelectualmente hablando. Y no es sarcasmo, es literal.

¿Por qué ha sucedido esto? ¿Por qué le rendimos tanto culto y sumisión al intelecto, cuando es este el causante del 90% de los problemas que experimentamos en la actualidad. Buena pregunta y, aunque es complicada de contestar con certeza, mi interpretación es que las dos guerras mundiales del siglo XX dejaron una huella más allá de la simple división geográfica y de poderes en el mundo.

Sabemos, o eso creo yo, que los mayores avances en tecnología, salud o ingeniería se dan primero en las guerras y después en la sociedad, que los hereda una vez que están obsoletos, pero todavía son útiles. Como la fórmula 1 de automovilismo, a la que le debemos los grandes avances en seguridad y desempeño de los vehículos comerciales.

En caso es que una de las mayores diferencias entre la primera y la segunda guerra mundial fueron los militares intermedios. Mientras que en la primera todavía contaban apellidos, nobleza y tradición para los nombramientos de mandos medios y superiores, para la segunda guerra se buscó fundamentalmente mandos preparados, inteligentes y capaces intelectualmente para dirigir a las tropas.

Mientras que en la primera mandaban a los soldados a una muerte segura o a defender posiciones en lo más mínimo estratégicas, en la segunda aparecen conceptos como el de “inteligencia militar” o acciones de engaño extraordinarias, como el desembarco de Normandía, por ejemplo, en las que la guerra se ganaba por aspectos adicionales a una mejor tecnología o armamento.

Los incipientes tests de inteligencia de principios del siglo XX son usados sistemáticamente en el ejercito para detectar a las personas más aptas, por lo que las personas más inteligentes ocupan las posiciones de mando con más frecuencia y regularidad. Una vez que se demuestra su utilidad se transmiten dichas pruebas directamente a la sociedad para su uso masificado.

Y aquí, según yo, empiezan los problemas.

También sabemos que el éxito académico tiene una alta relación con el intelecto. A más intelecto, mayor probabilidad de tener éxito académico. Y entonces, como si se tratase de una verdad bíblica, la sociedad entera asume que debemos de ser dirigidos y liderados por las personas más inteligentes, quienes, a partir de este momento, ocuparán los puestos más importantes y de mayor responsabilidad, tanto en lo público como en lo privado, de la sociedad.

El resto es historia. A pesar de que los estudios demuestran que la humanidad en su conjunto ha aumentado su Coeficiente Intelectual en un 20% desde principios del siglo XX a la fecha, las decisiones que tomamos no corresponden ni cercanamente con personas 20% más inteligentes.

Los ciudadanos de cualquier “democracia” moderna somos engañados sistemáticamente por los políticos y, a pesar de que sabemos que nos están mintiendo, seguimos confiando en ellos. No solamente esto, con frecuencia, observamos con estupor que toman decisiones intelectualmente erróneas incluso cuando buscan proteger sus intereses partidistas. Por poner un ejemplo, un partido rechaza la propuesta de otro que es de ideología opuesta, cuando lo más inteligente sería aprobarla.

Imagina que un partido propone un aumento del gasto público insensato y sin fundamento lógico con la única intención de ganar votos. Sé que te sorprende lo que te cuento, pero te aseguro que sí sucede en la actualidad. Y la oposición rechaza este aumento del gasto por irresponsable o imposible de sustentar en el medio plazo. Ahora tienes a un bueno que te quiere pagar más y a un malo que no te lo quiere dar. Uno que quiere justicia social, o lo que eso signifique que no importa, y a otro que se lo quiere dar a los ricos y mantener la desigualdad. La misma historia de siempre con diferentes protagonistas, países, épocas. ¿Es que nadie se la puede aprender? Pues no.

En la iniciativa privada, en el mundo empresarial, son muy escasas las evidencias de que los mayores empresarios del mundo moderno lo hayan sido porque su inteligencia era superior. Salvo un Steve Jobs que era comprobadamente un socialmente inaguantable genio (lo que es una regla y no una excepción), los demás empresarios de éxito y renombre muestran una inteligencia normal, nuca inferior, pero nada que se salga de la norma.

¿Puedes llamar genio a Fred Smith, fundador de Federal Express, por echar a andar un negocio que obtuvo una nota de suspenso de un catedrático de Harvard? ¿Puedes llamar genio a Bill Gates que es tan normal como programador que tuvo que contratar a, ahora sí, genios de la informática para crear sus productos? ¿Puedes llamar genio a Edison quien falló miserablemente unas cuantas miles de veces tratando de inventar la bombilla y cuyo sistema de alimentación de electricidad, la corriente continua, fue ampliamente derrotada por la invención de Tesla, la corriente alterna? ¿Puedes llamar genio a Nollan Bushnell, inventor de Atari, quien es el auténtico padre del videojuego moderno y nadie se acuerda de él? Y no me extraña, porque fue rechazado por cualquier cantidad de empresarios quienes no vieron en una pantalla negra con dos paletas, una a cada lado, y un punto que rebotaba en ambas (el primer tenis virtual) algo que pudiese tener el más mínimo éxito empresarial. Los que sí era genios, los que lo rechazaron, no vieron más allá del momento presente, lo cual es muy bueno para buscar la iluminación, pero algo inadecuado para una idea empresarial.

Pero, ¿por qué es malísimo estar hoy en día dirigidos y liderados por genios o, al menos, personas altamente inteligentes? Yo detecto 3 razones, las siguientes:

  • Intelecto y moral. Nos hemos creído que el intelecto era suficiente y nos hemos olvidado de la moral o la ética. Son incontables los casos de personas altamente inteligentes víctimas de corrupción, inmoralidad o ambas. Desde los casos de corrupción política, ampliamente conocidos, y magnificados en muchos casos, por todos hasta los de inmoralidad inaceptable.

Personalidades importantes, como un tal Dominique S.K. (prostitución), Joseph B. (corrupción institucional), Richard N. (perjurio y espionaje), muchísimos (enriquecimiento ilícito), se han visto hundidos personal, económica y socialmente por haber sido descubiertos con las manos en la masa. Grandes sociópatas y psicópatas con gran intelecto han sido encumbrados como si nada pasase a posiciones de mucho poder y responsabilidad. ¿En serio esperábamos que un sociópata se curase por ocupar una posición de responsabilidad? ¿Somos tontos? Y no me refiero solo al ámbito público, también al privado y en la misma proporción. La diferencia está en que lo privado no lo escogemos todos.

  • Intelecto y emociones. Hoy en día sabemos con certeza y precisión que el mal manejo de emociones nubla el intelecto. Así que, según los estudios, es preferible un mejor manejo de emociones como el que proporciona la Inteligencia Emocional, que el intelecto. Las personas de alto coeficiente emocional hacen un mejor uso de su intelecto, aunque sea promedio, y toman mejores decisiones que las personas de alto coeficiente intelectual con un pésimo manejo de emociones.
  • Intelecto e intuición. Uno de los mayores crímenes del dominio del intelecto es la muerte de la intuición como herramienta de toma de decisiones. Hasta los bancos, verdaderos imperios del intelecto se terminan convirtiendo en instituciones frías, inmorales e insensibles socialmente, muy alejadas de los principios de servicio social que deben de proporcionar.

Capaces de sustituir cualquier persona en una caja por una máquina, no han dudado un instante en permitir que la concesión de préstamos se reduzca al cálculo de un sistema de informática, eliminando totalmente el lado humano y la intuición. Los banqueros pueden decir que esta es la forma correcta de proceder y que, gracias a ello, no están quebrados. ¿No lo están? ¿En serio?

Miles de bancos son rescatados con dinero público desde hace centenas de años y, aunque parezca mentira, sus mejores clientes son los gobiernos del mundo quienes piden prestado a manos llenas con promesas de pago que cumplirán otros.

Cerebro contra corazón; emociones contra razón

Mi punto es que, si usasen la intuición para otorgar créditos o préstamos a emprendedores o a particulares tendrían, con seguridad, riesgos, pero también un sinfín de nuevas oportunidades con personas que pagarían sus deudas con puntualidad y honorabilidad. Y sin que suene oportunista por lo que voy a decir a continuación, dado que las mujeres son identificadas como género como mucho más intuitivas que los hombres, le harían un favor al mundo tomando el control de las instituciones bancarias. Sin embargo, es sorprendentemente irrelevante el papel que tiene la mujer en las instituciones financieras a nivel mundial.

Así que, si no eres un genio, te doy las gracias por no serlo. No es que no hagan falta, no. Es que hace más falta gente con un intelecto sano, con buena moral, principios, valores firmes e Inteligencia Emocional, la cual, afortunadamente no es congénita y se puede adquirir con un curso en cualquier momento y a cualquier edad. Estudia Inteligencia Emocional.

Esta es mi recomendación, pero debo advertirte que, después de varias pruebas (3 para ser preciso) para medir mi intelecto, en ninguna he mostrado una inteligencia superior, por lo que si no quieres seguir mi recomendación siempre te queda la opción de seguir las recomendaciones de los grandes genios que nos lideran. Suerte entonces.