¿Qué es un consultor?

Consultor: persona que trabaja en una empresa consultora.

Hombre, sí y no. En la empresa consultora hay un contable, seguro, y no es consultor. Sin embargo, sí es verdad que debe de estar muy consciente del trabajo que se realiza en una empresa de consultoría. Y es que, en la actualidad, si se observan con cuidado, y sin él, las ofertas de trabajo que dicen o usan la palabra "consultor", es fácil darse cuenta de que la palabra está totalmente desvirtuada.

Debemos de definirla bien porque a los que sí somos consultores nos están desposicionando tremendamente en el mundo. Estamos perdiendo la esencia de la que gozamos durante años y años y que ahora está casi dramáticamente perdida y distorsionada. Por ello, me interesa definir consultor con precisión.

Pero antes de definirla

con más detalle, adentrémonos un poco en la historia de la consultoría. Nacida en medio de la revolución industrial norteamericana, se enfocaba primordialmente en mejorar los costes, eficiencias y productividad de los incipientes procesos industriales. Los empresarios eran buenos en hacer lo que hacían pero no lo eran en organizarlo y eficientarlo. Con frecuencia, las empresas poco organizadas quebraban por falta de mecanismos de control y gestión. Nada lejos de lo que sucede hoy en día.

Parece ser que a finales de los 30, muchos grandes talentos ejecutivos que trabajaban como directivos en grandes empresas, fueron despedidos como resultado de la Gran Depresión. Al quedarse sin trabajo pero contar con enormes conocimientos en dirección y gestión, pasaron a engrosar las filas de los consultores o a formar ellos mismos las primeras empresas de consultoría. Aunque ya desde principios de siglo XX se empezaron a gestar este tipo de empresas, al auge más importante viene a partir de la Segunda Guerra Mundial. Ya durante este conflicto, figuras como William Deming, el padre de la calidad, emergen como representantes de nuevos modelos de pensamiento empresarial.

En estas primeras empresas de consultoría no se trataba únicamente de mejorar los costes, se buscaba también hacerlo mediante un modelo de pensamiento. Parece ser que metodología e ideología iban de la mano. Deming y sus principios de la calidad, Crosby y sus nuevos conceptos como el de "cero defectos", "círculos de calidad", métodos de solución de problemas, etc. Parecía que filosofía y administración de empresas se daban la mano y se unían en un feliz matrimonio.

Las universidades producían cada vez más personas intelectualmente preparadas desde un punto de vista de conocimiento administrativo o de gestión. Todas estas nuevas teorías filosofico-prácticas, eran incorporadas a los programas de estudio, pero no tan rápido como se generaban nuevas ideas y filosofías. Era imposible para los planes de estudio de cualquier Universidad, ya no digamos incluir lo nuevo en sus programas, encontrar profesores que pudieran enseñarlo. De manera ya inevitable los nuevos empleados directivos de las empresas de aquella época salían de la Universidad ya obsoletos.

En una sociedad como la actual en la que el conocimiento en cualquier disciplina se duplica cada 22 meses, resulta todavía más imposible que las nuevas corrientes de pensamiento lleguen a los alumnos universitarios.

Si a esa obsolescencia le añadimos el conocido fenómenos psicológico llamado "ceguera de taller", en la que después de vivir en un cierto entorno nos hacemos inmunes a la problemática porque ya hemos aprendido a vivir con ella en lugar de solucionarla, entonces se encuentra uno con directivos y ejecutivos que ya no ven los árboles, de tantos años de estar en el bosque. Es el agujero en la pared de la casa tapado con una silla que cuando viene una visita y movemos la silla descubrimos que ese agujero tiene, al menos, ocho años de vida.

Una frase para recordar

El ser humano tiende a resolver sus problemas sintomáticamente, es decir, a camuflar los síntomas, y no a resolverlos problemas fundamentalmente, es decir, eliminando el problema de raíz. Es lo que en disciplina Sistémica se conoce como entrar en una "estructura compensatoria".

Como resumen, podemos decir que los consultores aportan entonces dos cosas fundamentalmente: una visión fresca y externa por un lado y, por otro, un conocimiento acerca de la gestión y mejor operación de cualquier empresa, aplicada a través de una metodología única de trabajo.

Como consecuencia del trabajo de un consultor, los clientes deben de adoptar un nuevo marco de pensamiento colectivo y empresarial y encontrarse después del proceso de consultoría, con una empresa mucho mejor gestionada, eficiente, eficaz y con un impacto económico significativamente positivo en su estado de pérdidas y ganancias

Para proporcionar estos resultados, las empresas de consultoría requieren de profesionales que sepan inducir el cambio en los demás sin utilizar la autoridad, que estén a la vanguardia en los últimos desarrollos en sistemas de gestión y solución de problemas, que sepan indoctrinar a los empleados de sus clientes en los nuevos modelos de pensamiento, que sepan interpretar e identificar rápidamente las áreas de oportunidad de sus clientes, ahorros, desperdicios y, en general, todo lo que sea susceptible de mejora.

Además, deben de ser expertos en conducta humana y en identificar las naturales resistencias al cambio que se dan en personas y en organizaciones, sabiendo precisamente cómo contrarrestarlas y desactivarlas. Debe de estar absolutamente comprometido con el resultado prometido al cliente, sin caer en la respuesta típica de muchos terapeutas que, ante un paciente que no cambia, se justifican diciendo que el paciente era resistente.

Deben de vivir la filosofía de la empresa en la que trabaja a plenitud, no solamente saberla de memoria. Debe, en resumidas cuentas, ser un ejemplo para los clientes de cómo se hacen las cosas de manera óptima en cualquier empresa, llegar antes que nadie al trabajo y salir el último, encontrando soluciones permanentemente y no dando excusas.

Vamos, que ser consultor no es fácil y se requiere de un perfil especial de profesional. Recuerdo haber estado en el Quality College de Crosby, en Winter Park, Florida, en unos cursos de formación. Recuerdo haberme subido al ascensor y encontrarme con un letrero que indicaba claramente que el ascensor no había sido inspeccionado en la fecha asignada lo que se evidenciaba por la falta del sello del inspector. Es decir, se había pasado su periodo de mantenimiento preventivo.

Inmediatamente fui con Crosby en persona y le comenté que hasta en su Quality College pasaban estas cosas. Me miró sonriente y me dijo que estaba dentro de rango, que la calidad no era perfección sino estadística, que de inmediato procedería a corregir el problema.

Los consultores tenemos fallos y errores, como todos los humanos. Y también necesitamos ayuda de externos. Así como un terapeuta puede necesita terapia, y con frecuencia la necesita más que sus pacientes, un consultor necesitará formación y también, por qué no, de otro consultor. Pero los clientes no nos perdonan jamás cunado fallamos, porque fallar está prohibido para el que corrige.

Ésta es una definición de consultor, lo que acabo de describir anteriormente. Mi exjefe Larry solia decir que un consultor de diez años de experiencia era un talento que había que conservar como fuera, por lo escaso de profesionales de este tipo. No cualquiera es consultor.

El problema es que hoy en día, la definición de consultor, como mencionaba anteriormente, está totalmente distorsionada. Y me molesta, de la misma forma que me molestó haberme encontrado hace varios años en un restaurante un cartel que decía "Se dan cursos de ángeles, lectura de café turco, lectura de manos y tarot, y cursos de Programación Neurolingüística". ¿PNL? ¿Una ciencia de la conducta al lado de prácticas adivinatorias de improbable eficacia y de escasa o ninguna base científica?

No tengo en contra de estas prácticas absolutamente nada, pero me causa náuseas verlas al lado de la PNL. Igual me pasa cunado veo un letrero que dice "Se busca consultor comercial" o "Consultor experto en SAP, BI, JAVA, CRM, etc.". Lo más preciso sería decir "Se busca vendedor" y "Se busca programador de SAP", porque de consultores no tienen nada.

Lo mismo aplica a las empresas que venden estos servicios, que no son estrictamente hablando una empresa de consultoría. Son vendedores de programas informáticos que no tienen idea de cómo inducir cambio en personas, que les es bastante irrelevante si la empresa va cambiar su forma de operar, etc. Lo importante es que van a tener el último programa de moda, que bien es cierto que son necesariamente imprescindibles para la correcta administración, que no gestión, de la empresa, pero nada más.

Vamos, que si todo lo que hiciera falta para que cualquier empresa tenga un éxito razonable fuese tener SAP o Microsoft Dinamics, o lo que sea, entonces todas tendrían éxito y sabemos por experiencia que eso no sucede en la realidad. Los programas informáticos ayudan pero no determinan.

Y para ser sincero, junto a mi malestar por el mal uso de la palabra "consultor" también existe cierto agradecimiento porque están usando el término para darle más realce o categoría a trabajos mucho más simples que el de un consultor. Vamos, que la hermosa palabra "consultor" se usa para embellecer, lo que no me desagrada tanto. Así que, la próxima vez que vea la palabra "consultor" escrita, piense si se trata de un adorno o de una definición, aunque tenga que pedirle ayuda a cualquier consultor que se encuentre por el camino para saber la diferencia. Seguramente esta consulta no causará honorarios.