Qué es un consultor. Es evidente que en la sociedad moderna hay sustantivos que se utilizan con indolencia y, las más de las ocasiones, con una impropiedad insultante. Eso ocurre sobre todo cuando usamos un verbo inespecífico y lo sustantivamos.

Dibujo a lápiz de Don Quijote
Nolan Bushnell

«El ingrediente básico es mover ese trasero y empezar a actuar. Es tan simple como eso. Muchas personas tienen ideas, pero pocas deciden hacer algo al respecto hoy. No mañana. No la próxima semana. Hoy. El verdadero emprendedor no es un soñador, es un hacedor».

Nolan Bushnell, creador del videojuego ATARI

Por ejemplo, del verbo opinar, verbo que no tiene significado preciso, surge el sustantivo opinión. Del verbo amar, surge el sustantivo amor, otra palabreja de imposible definición. Y del verbo consultar, surge la palabra consulta, y a quien se le consulta se le llama consultor.

En política, el uso de estas palabras denominadas nominalizaciones es perverso, alevoso e indecente. Cuando llamamos a alguien fascista, sabiendo que esa palabra, Fascismo, no tiene una definición precisa, estamos abusando indecentemente de la vaguedad de la palabra.

Lo mismo pasa con palabras como comunista, esos que comparten lo público pero no lo propio, conservador, si acaso aplicable al director de algún museo, o neoliberal, como si no se pudiera ser liberal y nuevo al mismo tiempo, y me refiero a cuando se usa de manera despectiva.

Regresando a la palabra consultor, nos encontramos con un uso tan descabelladamente impropio que ser consultor, puede simple y llanamente no significar nada. Nada en absoluto. Por eso se usa para casi todo.

Con facilidad hoy en día, puedes encontrar que un consultor es el que vende contratos de energía eléctrica, con engaños en muchas ocasiones, el que da consejos de belleza, el que conoce cómo desarrollar algún tipo de software de aplicación empresarial, el que ahora prefiere llamarse y ser llamado Coach, etc.

Reconozco que yo tampoco tengo la definición absoluta de la palabra consultor, pero algo sé de ello, por lo que me voy a atrever a decir qué es y qué no es un consultor, según mi opinión únicamente. Empecemos, para ser lo más natural posible, por lo negativo definiendo qué no es un. Vamos, qué no te hace consultor.

Lo que no es ni te hace consultor.

  1. Un título académico no te hace consultor, como tampoco te hace profesor, por mucho que sepas al respecto de la materia que te piden enseñar. Reducir un consultor a un título académico o un profesor a sus conocimientos es una reducción al absurdo de ambas profesiones. Desafortunadamente, demasiado frecuentes. Ambos, consultor y profesor, requieren algo más que conocimientos y ese algo más se llama vocación. Por cierto, esta última palabra de imposible definición también. Lo lamento.
  1. Haber sido un alto directivo o directiva de una organización importante en tamaño, tampoco te hace consultor. Te puede hacer una especie de espía industrial, conocedor de mejores prácticas de algún sector específico de la industria o, simplemente, un nuevo directivo a quien no hay que enseñarle mucho antes de que se ponga a trabajar.
  1. Dar consejos en el campo que sea no te hace consultor, solo te hace consejero.
  1. Vender algo no requiere que seas consultor, ya que, por definición, si vendes algo tu percepción acerca de ese algo ya no es objetiva por lo que tu opinión no cuenta. No eres alguien a quien consultar con confianza suficiente como para hacerte caso.

Qué sí puede hacerte pasar por consultor y, además, parecerlo.

  1. Desde luego, vocación. Como ya he dicho, es una palabra complicada de definir. Imposible, de hecho. Perro se ve en la cara de una persona cuando disfruta lo que hace. Hace años, al llegar a vivir a España por segunda vez, escribí un artículo acerca de los autónomos, esos empresarios independientes a quienes, en España, nadie ayuda.

Me daba yo cuenta de que, en plena crisis, muchos desempleados decidían emprender, pero sola hasta conseguir un nuevo trabajo fijo, momento en el que el emprendimiento se iba al baúl de los recuerdos. No eran emprendedores por vocación sino porque no les quedaba otra. No tenían vocación de emprender. Y se notaba.

consultor

De la misma forma, un consultor que disfruta con su trabajo lo muestra de forma evidente en su mirada inquisidora que busca áreas de oportunidad en todo lo que observa. Un Consultor que se precie, hasta en la fila del banco detecta ineficiencias, procesos que no agregan valor o mejores prácticas. Ya ni se diga en una oficina de gobierno, donde su conducta es parecida a la de cualquier vampiro en presencia de luz.

  1. Un método. El método no hace al consultor, pero lo distingue. Una empresa de consultoría que quiera diferenciarse en el mercado debe de tener un método propio y una identidad definida. Es exactamente igual en el caso de los coaches, en los que la experiencia como única distinción, no es suficiente.
  1. Experiencia. Desde luego, si se cuenta con un método y la vocación adecuada, la experiencia sí es importante. El título universitario es, por supuesto, importante también, aunque no lo más. No sé si imprescindible. Conocí enormes consultores, capaces de transformar organizaciones complejas, sin título universitario alguno. Cargados con un gran sentido común y un método eficaz, eran capaces de resultados sorprendentes. Si se necesita alguien muy técnico en algo, mejor contratarlo como empleado y no como consultor. Los mejores expertos en cualquier sector de la industria ya trabajan como empleados en dichas industrias. Que un consultor llegue diciendo saber más que los que ya están, es la fórmula perfecta para el rechazo y el fracaso del proceso de cambio.
  1. Además de conocimiento de un método, el consultor de raza pura, muestra evidentes habilidades sociales, entre las que destacan la capacidad de comunicarse asertivamente, la habilidad para persuadir e influir en la conducta de los demás o trabajar en equipo, aun con personas que piensan muy diferente. También requiere de altas dosis de automotivación, ya que, en circunstancias normales, casi todos los consultores trabajan en base a resultados. Y hago énfasis en la palabra “trabajan”, no “cobran”. Esto último, cobrar de los resultados, es un error de principiante o un lujo que sólo determinadas consultoras, fiscales o energéticas, por ejemplo, se pueden dar.

Ser consultor ha sido la pasión de mi vida, teniendo, en ocasiones, que hacer caso omiso del canto de las sirenas de un cliente que me quería contratar como empleado, porque le había gustado mucho mi trabajo de consultor. No te engañes. Lo que logras como consultor no lo logras como empleado. Hubiera sido cuestión de tiempo empezar a decepcionar y a escuchar “no resultó tan efectivo como pintaba”.

Ni son todos los que están, ni están todos los que son. Otro refrán: son muchos los llamados, pero pocos los elegidos. Ambos refranes los aprendí de un consultor.

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