¿Qué será lo que hace a una empresa rica? ¿La buena gestión o la fortuna?

A lo largo de mis más de 30 años de consultor he estado en contacto con una innumerable cantidad de empresas de todos los tamaños, desde PYMES hasta grandes multinacionales.

La duda siempre ha sido si las empresas grandes están organizadas y gestionadas con eficacia porque son grandes y ricas o son grandes y ricas porque

desde el principio se han preocupado por la organización y la gestión profesional.

Ciertamente he encontrado ejemplos de todo tipo, desde empresas que nacieron en el absoluto desorden administrativo y de gestión, empresas pobres, y que, en algún momento se dieron cuenta de que o se profesionalizaban en su modelo de gestión o sucumbían, hasta empresas que desde un inicio fueron concebidas con un modelo definido de gestión y de negocio, empresas ricas.

Y, sin embargo, mi experiencia me indica que sí hay un patrón. Es el orden y una gestión correcta lo que hace que las empresas crezcan y sean eficientes y eficaces. Es decir, salvando las excepciones, el promedio dice que la buena gestión es una pieza importante del rompecabezas llamado éxito empresarial.

Pongamos un ejemplo actual.

Por circunstancias tengo una relación de negocios con una pequeña empresa española. Con productos nobles y bien desarrollados, con demanda creciente en el mercado, no considero que tenga riesgo de momento de desparecer, lo que sí considero es que es un enorme desperdicio de recursos. Después de un análisis no muy detallado de las operaciones de la empresa, he identificado con facilidad una serie de deficiencias administrativas y de gestión que, en mi concepto, debieran ser corregidas de inmediato, antes de que se genere más crecimiento, lo que pudiera redundar en un deterioro de la atención al cliente.

Estas son las deficiencias más notorias identificadas de esta empresa pobre, desde un punto de vista de gestión profesional:

  1. El modelo de negocio no está definido. Se vive un constante ensayo error que de por sí no es malo necesariamente, pero el ambiente de desorden indica que en este caso sí lo es. La forma de comercializar su producto es en exceso cara, poco eficaz y poco eficiente.
  2. Los comerciales carecen de la formación mínima para empezar a realizar su trabajo con eficacia y buenos rendimientos. Las metas que se les plantean son diseñadas sin ningún estudio previo y, a pesar de no tener formación alguna más que role plays medio sin sentido, se les comenta al inicio que si en una semana no venden este trabajo no es para ellos.
  3. Los procesos no están documentados en absoluto, por lo que el que ya se lo sabe es insustituible.
  4. No existe organigrama más que “todo lo determina el dueño”, quien si no está disponible paraliza la operación de la empresa.
  5. No se cuenta con indicadores de gestión de procesos que permitan tomar decisiones. Hay información, pero es irrelevante porque no permite sacar conclusiones válidas. Por ejemplo, el dueño le presta mucha atención al tiempo efectivo de conversación de los comerciales con los clientes y asume, sin ningún elemento de comprobación, que a más conversación más ventas.
  6. No existen mandos medios de ningún tipo por lo que la empresa completa está autogestionada, lo que puede parecer sensacional y muy moderno, pero cuando no existen sistemas de gestión, es exactamente lo opuesto.
  7. En un ambiente tan desordenado y caótico se condena a los comerciales al fracaso, perdiéndose oportunidades para tanto las personas como la empresa.

Me pregunto cuántas empresas pequeñas y medianas estarán en la misma circunstancia. Peor, con responsables que no alcanzan a entender que invertir dinero en organización y gestión profesional no es tirarlo sino invertirlo.

Me pregunto cuántas empresas pequeñas y medianas con las deficiencias administrativas de este ejemplo tendrán éxito y seguirán vivas, pasarán de pobres a ricas, contra la estadística, más allá de los cinco años. Y si sí lo lograron, entonces la fortuna, la buena fortuna, se hizo afortunadamente cargo. Yo no tengo la menor duda.